Sentada en la cama, apoyada en el cabecero de hierro, me encontraba hipnóticamente presa del viento que azotaba las ventanas. Ese silbido incesante perturbaba el silencio de una manera irritante. Con cada golpe de aire mi cabeza evocaba una imagen, como un fotograma altamente expuesto. La ciudad acabo sumergiendose bajo el diluvio, y el olor del pavimento mojado batallaba por penetrar en mi almohada.
El vendaval se enfurecia a cada instante, cediendo a su paso los cristales a la vez que lo hacian mis recuerdos. En ellos podia oir aun las gotas de lluvia golpeando contra la madera, y entonces la luz encharco mi cabeza, remitiendo nitidamente cada segundo.
Tu piel completamente desnuda se deslizaba con tanta seguridad, con una decisión impropia del azar. Mi respiración se entrecortaba y tu continuabas con una precision estudiada, erizando cada milimetro de mi ser.
La lluvia nos daba en la cara mientras tu me estremecias; Un trueno interrumpio nuestro frenesi, y aprovechaste para clavar la mirada al suelo y hacerme callar con gesto serio.
- Shh..espera-(mientras, yo te miraba perpleja)
Entonces un relámpago ilumino las paredes, nuestros cuerpos y la ciudad entera. Tu posaste tus manos sobre mis mejillas y me besaste lenta y profundamente.
- Eres…(suspirando)
- Un mentiroso. No sabes el miedo que me dan las tormentas…
- A mi lo que me da miedo es que me sueltes.
- Entonces vamos a quedarnos aquí, junto a la ventana, viendo como la ciudad se ahoga y tu y yo nos inventamos Venecia.
La ciudad desierta soñaba, ávida de amaneceres y de autobuses rojos. Un banco de hierro era custodiado por una farola que flotaba sobre un charco de agua sucia. Una puerta de madera vieja, viejísima, junto con aquella tenue luz era testigo del vuelo de una mariposa.
- Joder, no lo entiendes...Que no, que no puedo seguir así, sintiendo cómo me observas, cómo me diluyo. No.
Volviose lúgubre la noche cerrada, que hasta ahora había intentado permanecer serena.
- No sé qué es lo que no ves, qué es lo que no entiendes...déjalo estar, es mejor así. Siempre es mejor así. Haz que no existo. Que jamás fui. Aunque haya dias en los que creas que recuerdas, dias en los que te abrasan las palabras, olvidalas. Nunca, ¿me oyes?, nunca sentí tu aliento ni humedeciste tus labios contra mi cuello. Nunca besé tu boca herida en alguna infantil batalla, ni curé tu corazón sangrante bajo las sabanas de nuestra isla perdida.
El cielo se vino definitivamente abajo, junto a sus lagrimas de niña perdida.
- No me hagas sentir como una tonta. No estoy loca, joder. Sé perfectamente que ya no...que camino entre dunas. Sé que nada de lo que hace apenas un segundo me hacia levitar, volverá.
Dio media vuelta para rescatar el bolso abandonado sobre el banco.
- no. No soy una cinica pero, ¿de que vale mentirme?, ¿ganamos alguno con eso?.
Entre sollozos, doblegándose a la iracunda sensación del odio.
- últimamente sólo perdemos, lo sabes. Tu sigues sin entenderlo, siempre fue mejor hablarle a un muro. ¿crees que para mi es facil?¿que disfruto con esto?. Por favor...sabes que me iria contigo al ultimo puto sitio del mundo. Que te seguiría hasta la ultima orilla de cualquier playa.
Busca nerviosa el paquete de tabaco en el bolso mientras sigue farfullando algo apenas audible.
- eso es lo que me revienta, que lo sabes y aun asi sigues mirándome, sin decir nada. ¿qué mierda esperas que haga?, ¿me comporto como una histérica, no?. Pues genial. Me enervas, eres espcialista en eso, me sacas de mis malditas casillas. Siempre lo mismo, siempre igual...
Se afana en la búsqueda del tabaco, - ¿tienes un piti?, bueno dejalo ya tengo yo-, y eleva el tono de voz mientras tira todo al suelo con rabia.
- Joder, es que eres increíble. Eres capaz de callar hasta que se me astille el alma de querer por los dos. Siempre la misma historia, siempre la misma sangre, ¿te das cuenta, no?. Increíble.
Cuando la voz se le quebró, desesperada por ser oida, miro fijamente hacia la pared.
Temblando y con el corazón aognizando sobre la acera, observo la sombra a la que había estado gritando durante horas; su propia sombra.
Con el rostro empapado por el llanto, degusto la sal de su propia boca entumecida tras el naufragio de su mirada.
Marco de memoria una cifra tras otra y aguardó unos segundos eternos.
La fisiología es clara. Como toda rama científica emplea un lenguaje objetivo, con una estructura simple y accesible. Lo verdaderamente complejo es el contenido.
Cuando alce la vista por encima de la mediocridad vital que me envolvía, experimente una de las sensaciones más cotidianas del ser humano, fui consciente de mi frecuencia cardiaca.
La frecuencia cardiaca, representada por las pulsaciones, se incrementa de manera proporcional al esfuerzo realizado. Debido a la necesidad implacable de oxigeno, el corazón bombea la sangre con una frecuencia superior a la habitual.
Por este motivo, si corremos para alcanzar el autobús nuestra frecuencia cardiaca aumentara.
Lo que no logro comprender, es evidente que por ignorancia, es la razón por la cual el corazón bombea mayor cantidad de sangre cuando algo nos pone nerviosos.
Me petrifique de repente, como si mis huesos hubieran sido cuidadosamente esculpidos.
Mis músculos se sumergieron en una tensión infinita que me impedía reaccionar ante cualquier estimulo.
Todo ocurrió en apenas unos segundos, como un latigazo desgraciado que golpeo mi cuerpo al penetrar tu silueta en mi campo visual. Desde la distancia pude comprobar que el efecto demoledor que ejercías sobre mi persistía inquebrantable.
Me azotaba constantemente el miedo a encontrarte. Como un imán que no puede afrontar su aciago destino, pues sabe que frente a frente con su opuesto sufrirá una irremediable y fatal atracción.
Por el momento la biología sigue encerrando algunos misterios para mí. ¿Por qué esa pulsión desenfrenada que me sacude bajo tu influjo?
Cuando no se tienen conocimientos necesarios es mejor y más reconfortante buscar explicaciones que se ajusten a tus necesidades. La ciencia es objetiva, la vida no lo es tanto.
Yo aun no sabía nada acerca de la sístole y la diástole, asique elabore mi propia teoría.
-¿sabes por qué me late tan deprisa el corazón?
-No.
-No he realizado ningún esfuerzo físico salvo el de seguir respirando. Estoy aquí, varada, y aun así he corrido tanto hasta llegar a aquí.
He atravesado desiertos y sabanas, me he abierto paso a través de los manglares, he ascendido sobre kilómetros de nieve y he recorrido estos dos metros que nos separaban.
Aunque tú sólo puedas apreciar el final, todo lo demás ha transcurrido ajeno a tus ojos.
Así es como yo me siento. Me siento capaz de recorrer la carta esférica con tal de saber que estarás esperándome. Porque cuando de tu boca se escapa mi nombre, me estremezco, y porque a pesar de que la distancia sea insalvable, correré hasta desmayarme bajo tú sombra.
Por eso me late tanto el corazón. Porque estoy agotada de correr tras de ti.
Cuando nos ponemos nerviosos el organismo sufre una cadena de imparables despropósitos. El sistema nervioso simpático y parasimpático provocan la puesta en marcha de ciertos mecanismos hormonales. Hormonas como la adrenalina pueden aumentar el ritmo cardiaco, la respiración e incluso hacer que el cerebro aumente la producción de dopamina, asociada comúnmente con el sistema de placer del cerebro.
La feniletilamina, perteneciente a la familia de esta última, puede funcionar como neurotransmisor culpable de ciertos cambios fisiológicos, como la taquicardia.
Algunos teóricos afirman que el cerebro de los enamorados esta encharcado de esta sustancia.
Como ya he dicho antes, mi sabiduría médica era muy reducida. Aun no era consciente de la existencia de un sistema perfectamente diseñado en lugar de arbitrario. Carótida y aorta no formaban parte de mi elenco. Así fue como las teorías propias siguieron ganando popularidad en mis planteamientos.
-¿sabes por qué enmudezco?
-No.
-Hemos dado por hecho que tu presencia me infarta. Me altera y altera mi corazón. Si nos basamos en la necesidad de oxigeno que demanda mi cuerpo cuando encuentra el tuyo, puedo decir que me ahogas. Me arrebatas el aire como el pez que fuera del agua no consigue sobreponerse.
Cada vez que intento salir afuera, de asomarme a ti, me consume la necesidad de respirar. Se me incineran las palabras al contacto del aire que tú exhalas. Como una combustión en la que el oxigeno detona el estallido, y sin ese oxigeno que mi corazón bombea no puedo prendernos.
Me creía con poder para dominar mis emociones, o para esconderlas hábilmente. Sin embargo, no sabía nada sobre la química del amor.
Nadie me había advertido que la dependencia de ti me carcomería, que mi propio cuerpo me sometería a la pérdida del juicio. Y es que ya no era mía, sino esclava de sus lunares.
Tenía el cerebro encharcado de amor. Ahora que he descubierto que la responsabilidad descansa en las sustancias que bullen en mi interior, he dejado de creer en la magia.