f u e g o

martes, 18 de mayo de 2010

La alquimia inoportuna

La fisiología es clara. Como toda rama científica emplea un lenguaje objetivo, con una estructura simple y accesible. Lo verdaderamente complejo es el contenido.

Cuando alce la vista por encima de la mediocridad vital que me envolvía, experimente una de las sensaciones más cotidianas del ser humano, fui consciente de mi frecuencia cardiaca.

La frecuencia cardiaca, representada por las pulsaciones, se incrementa de manera proporcional al esfuerzo realizado. Debido a la necesidad implacable de oxigeno, el corazón bombea la sangre con una frecuencia superior a la habitual.

Por este motivo, si corremos para alcanzar el autobús nuestra frecuencia cardiaca aumentara.

Lo que no logro comprender, es evidente que por ignorancia, es la razón por la cual el corazón bombea mayor cantidad de sangre cuando algo nos pone nerviosos.

Me petrifique de repente, como si mis huesos hubieran sido cuidadosamente esculpidos.

Mis músculos se sumergieron en una tensión infinita que me impedía reaccionar ante cualquier estimulo.

Todo ocurrió en apenas unos segundos, como un latigazo desgraciado que golpeo mi cuerpo al penetrar tu silueta en mi campo visual. Desde la distancia pude comprobar que el efecto demoledor que ejercías sobre mi persistía inquebrantable.

Me azotaba constantemente el miedo a encontrarte. Como un imán que no puede afrontar su aciago destino, pues sabe que frente a frente con su opuesto sufrirá una irremediable y fatal atracción.

Por el momento la biología sigue encerrando algunos misterios para mí. ¿Por qué esa pulsión desenfrenada que me sacude bajo tu influjo?

Cuando no se tienen conocimientos necesarios es mejor y más reconfortante buscar explicaciones que se ajusten a tus necesidades. La ciencia es objetiva, la vida no lo es tanto.

Yo aun no sabía nada acerca de la sístole y la diástole, asique elabore mi propia teoría.

- ¿sabes por qué me late tan deprisa el corazón?

- No.

- No he realizado ningún esfuerzo físico salvo el de seguir respirando. Estoy aquí, varada, y aun así he corrido tanto hasta llegar a aquí.

He atravesado desiertos y sabanas, me he abierto paso a través de los manglares, he ascendido sobre kilómetros de nieve y he recorrido estos dos metros que nos separaban.

Aunque tú sólo puedas apreciar el final, todo lo demás ha transcurrido ajeno a tus ojos.

Así es como yo me siento. Me siento capaz de recorrer la carta esférica con tal de saber que estarás esperándome. Porque cuando de tu boca se escapa mi nombre, me estremezco, y porque a pesar de que la distancia sea insalvable, correré hasta desmayarme bajo tú sombra.

Por eso me late tanto el corazón. Porque estoy agotada de correr tras de ti.

Cuando nos ponemos nerviosos el organismo sufre una cadena de imparables despropósitos. El sistema nervioso simpático y parasimpático provocan la puesta en marcha de ciertos mecanismos hormonales. Hormonas como la adrenalina pueden aumentar el ritmo cardiaco, la respiración e incluso hacer que el cerebro aumente la producción de dopamina, asociada comúnmente con el sistema de placer del cerebro.

La feniletilamina, perteneciente a la familia de esta última, puede funcionar como neurotransmisor culpable de ciertos cambios fisiológicos, como la taquicardia.

Algunos teóricos afirman que el cerebro de los enamorados esta encharcado de esta sustancia.

Como ya he dicho antes, mi sabiduría médica era muy reducida. Aun no era consciente de la existencia de un sistema perfectamente diseñado en lugar de arbitrario. Carótida y aorta no formaban parte de mi elenco. Así fue como las teorías propias siguieron ganando popularidad en mis planteamientos.

- ¿sabes por qué enmudezco?

- No.

- Hemos dado por hecho que tu presencia me infarta. Me altera y altera mi corazón. Si nos basamos en la necesidad de oxigeno que demanda mi cuerpo cuando encuentra el tuyo, puedo decir que me ahogas. Me arrebatas el aire como el pez que fuera del agua no consigue sobreponerse.

Cada vez que intento salir afuera, de asomarme a ti, me consume la necesidad de respirar. Se me incineran las palabras al contacto del aire que tú exhalas. Como una combustión en la que el oxigeno detona el estallido, y sin ese oxigeno que mi corazón bombea no puedo prendernos.

Me creía con poder para dominar mis emociones, o para esconderlas hábilmente. Sin embargo, no sabía nada sobre la química del amor.

Nadie me había advertido que la dependencia de ti me carcomería, que mi propio cuerpo me sometería a la pérdida del juicio. Y es que ya no era mía, sino esclava de sus lunares.

Tenía el cerebro encharcado de amor. Ahora que he descubierto que la responsabilidad descansa en las sustancias que bullen en mi interior, he dejado de creer en la magia.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El eco de los mordiscos





Con la sensación de que mis pupilas llevaban dilatándose desde la cuna, crecí.

Con la seguridad de que la ruina se contorsionaba sobre lo que yo más amaba, sobreviví.

Con el miedo a lo desconocido y la intranquilidad de los túneles, me inmolé.


- La oscuridad me asusta. Al igual que me asusta lo que no puedo conocer. Me asustan las sorpresas, porque no entiendo el atractivo de lo inesperado. La vida es espontánea, el ser humano no.


Existe una clarividencia más fuerte que cualquier designio prematuro del mañana.

Existe una neblina tan densa que tiene que morder el aire para adelantarse a los acontecimientos.

Existe un silencio sibilino que inunda las gargantas de los kamikazes.


- La realidad me inquieta. Al igual que me inquieta el deber. Me tensan los nervios las órdenes, mayoritariamente absurdas, que se cuelan en mis oídos. No he de responder ante nada, solamente ante mi conciencia. Y duermo bien, gracias.

Opio, obvio.

- ¿sabes? No me asustan las medias tintas, ni siquiera me molestan. Sin embargo me atemorizan las emociones puras. Los colores sólidos. Los principios férreos.

Me aterroriza la verdad. Me mata el páramo del silencio, donde no hay lugar para esconderse. Encuentro más fácil la mentira, más humana.

Me emocionan las cosas inconexas. Los latidos desproporcionados del sentenciado y del eterno enamorado; las lágrimas del desconsolado y del recién nacido; las banderas arriadas en la guerra y las izadas en las nubes; el mármol de los cementerios y el marfil de los pianos; el orgullo del nómada y la tristeza del errante.


El espejo resiste al carmín trasnochado.

- Me encantaría decir que vaticino mi propio futuro en los posos del té. Es una pena que sólo tome café. Es posible que incluso mi paladar se haya vuelto escéptico, aunque yo prefiero llamarlo descreído.


Sigiloso avanza el candado tras el manojo de llaves.

-¿secretos?- Tengo a miles. Por las noches, cuando los parpados no pueden cerrárseme porque no abarcan mas misterios, dibujo puertas por las que salir a despojarme de ellos.

Cada cerradura es la llave a un mundo sin ocultismos, sin confesiones. Una hendidura hacia la sabana árida y el pétreo rompeolas.

Cada puerta es una oportunidad para los valientes que gocen de la imaginación suficiente para volver. No basta con desearlo, tienes que soñar algún motivo por el que volver.


El eterno retorno.

- Claro que hay veces que no quiero volver. Mentiría si dijera que la realidad es idílica. Aunque, si he de ser sincera y no suelo, los sueños no son un paradisiaco trance siempre.

Tienes que tener cuidado con lo que deseas, con lo que sueñas. Nunca significan nada, dicen, pero cuando deseamos algo inalcanzable que algún día querremos ejecutar ya no nos parecen tan vacíos de significado.

¿Por qué un sueño no significa nada al tener los ojos cerrados y lo es todo cuando los tenemos abiertos?

Porque no se puede soñar despierto.


Una cerilla que baila entre los dedos.

- ¿ajedrez? - No me gusta. Hay que pensar demasiado. No me gusta.

Es cruel, ilícito. Es la oportunidad de sentirte todopoderoso. De tener el control del que nuestras vidas carecen. Mandamos sobre fieles seguidores para evitar los mandatos propios, las obligaciones que cada uno tiene consigo mismo. Principalmente, la de encontrar la felicidad.


Fascinada, inequívoca e irrevocable.

¿Que qué es la felicidad?

...

- El efecto de una droga.


Extasiada.

¿Y el amor?

- Esa droga...


Como la nada tras la pólvora.

¿Y el silencio?

- La redención de las palabras.


 
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