f u e g o

jueves, 22 de abril de 2010

Deseos licántropos y hangares pelirrojos


Amor. Amor con letras mayúsculas, amor del que se grita, del que se envidia de manera insana porque no se puede poseer.


Un amor tan inmenso que no existe palabra que lo defina, del que es imposible explicar nada porque jamás nadie podría entenderlo.


Un amor que no tiene fecha de caducidad, que es una sucesión de instantes efímeramente perfectos que mueren a cada segundo para nacer más intensos si cabe.




Un amor que no te deja dormir, que no te deja vivir, que no te deja dejar de sonreír.

Un amor que te ruboriza, que te vuelve niña, que te hace creer que todo en la vida se esconde tras un beso robado a traición.

Amor. Amor que te enmudece, que te carcome la voluntad y se apodera del brillo de tu mirada.

Amor. Amor que se ciñe a la locura como si la razón nunca se enamorara.

Un amor que torna deseo todo aquello sobre lo que se posa, que te eriza primero el alma, y después la piel.

Ese amor que, como el aguacero, te cala hasta el tuétano.

El amor que te vuelca el estomago, sin mas motivo que una sonrisa desde el umbral.

El amor culpable de ese mal de altura que te provoca el recuerdo de sus manos en tu cuerpo desnudo, y de esa boca que te sedujo desde el momento en que pronuncio tu nombre.

No se si será el amor lo que trae consigo el deseo, pero creo que me esta volviendo loca esta necesidad de verte, de tocarte, de respirarte…

Y no se si será esta pasión, que me arde en las entrañas, o esa sed de rozar tu vida mientras dure la mía, pero lo único que sé es que, sin ese vuelco, ya no puedo seguir latiendo.

martes, 13 de abril de 2010

El manifiesto esperpéntico



¿Se te acaba el tiempo para dedicarte a no soñar?
Es el momento de abrir el pecho y clamar al cielo.

Que resuenen las maquinas de escribir, la lucha ha comenzado.

Que se remueva Homero bajo la tierra y nos de su beneplácito, porque la Ilíada se tornará leve frente a nuestro titánico esfuerzo.






No dedicaremos ni un día más al desamparo, porque haremos del viento nuestras alas.

Nos despojaremos de las palabras fugaces para que de nuestra gesta quede constancia.

Y allá donde reine el silencio lucharemos, redimiéndonos del erial en que habitamos.

  • No postularemos sino razones que se escapen a la lógica.
  • Evitaremos cualquier contacto con la tierra quemada del presente.
  • No podremos romper las reglas, pues habremos ideado unas inescrutablemente absurdas.
  • No obedeceremos a nada que camine sobre cínicos adoquines.
  • Despreciaremos al conforme por olvidar su capacidad de imaginar.
  • Sólo la naturaleza será hallada como refugio del espíritu errante.

No hay más razones. La única razón es que hay que creer.

martes, 6 de abril de 2010

El dislate de Lennon


Existen instantes en que la certeza cae a plomo, se desboca con esa claridad que no deja lugar a la duda.

Esa seguridad de que, más allá de nuestra propia trinchera, la realidad será la consagración de nuestros más furtivos deseos.

Y a pesar de las noches en que las bombillas se rebelan contra los poetas y la oscuridad arrasa con la elegancia de las palabras, somos como el funámbulo que prescinde de red porque sabe que jamás caerá.



Con esa sensación que te muerde la piel, que intenta estallar...

Sabiendo que el miedo y la incertidumbre son para los pusilánimes, porque nosotros...

Nosotros somos de otra pasta.


 
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