f u e g o

jueves, 16 de septiembre de 2010

Latidos de estambre y brisa

Suena el desafinado violín

Que rasga el pasado muerto

A manos de tu sombra.


Suena, y gélida me sorprende,

Cual impaciente rocío de otoño,

Que corona las corolas de cientos de amapolas,

Despóticas en tu jardín.


Desde la distancia enmudezco,

Al dolor que me provocas siendo,

A la rabia que retrata tu olvido.


Repicando se encuentra la aldaba,

Que con intensa devoción,

Airosa e inocente clamaba,

Prendernos del cierzo al albor.


Brota, germina, la vida campa,

Deshoja mi amor las amapolas,

Pues mi campo yermo se torna.

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