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miércoles, 6 de octubre de 2010

El quicio Veneciano




Sentada en la cama, apoyada en el cabecero de hierro, me encontraba hipnóticamente presa del viento que azotaba las ventanas.
Ese silbido incesante perturbaba el silencio de una manera irritante. Con cada golpe de aire mi cabeza evocaba una imagen, como un fotograma altamente expuesto. La ciudad acabo sumergiendose bajo el diluvio, y el olor del pavimento mojado batallaba por penetrar en mi almohada.

El vendaval se enfurecia a cada instante, cediendo a su paso los cristales a la vez que lo hacian mis recuerdos. En ellos podia oir aun las gotas de lluvia golpeando contra la madera, y entonces la luz encharco mi cabeza, remitiendo nitidamente cada segundo.

Tu piel completamente desnuda se deslizaba con tanta seguridad, con una decisión impropia del azar. Mi respiración se entrecortaba y tu continuabas con una precision estudiada, erizando cada milimetro de mi ser.

La lluvia nos daba en la cara mientras tu me estremecias;
Un trueno interrumpio nuestro frenesi, y aprovechaste para clavar la mirada al suelo y hacerme callar con gesto serio.

- Shh..espera-(mientras, yo te miraba perpleja)

Entonces un relámpago ilumino las paredes, nuestros cuerpos y la ciudad entera. Tu posaste tus manos sobre mis mejillas y me besaste lenta y profundamente.

- Eres…(suspirando)

- Un mentiroso. No sabes el miedo que me dan las tormentas…

- A mi lo que me da miedo es que me sueltes.

- Entonces vamos a quedarnos aquí, junto a la ventana, viendo como la ciudad se ahoga y tu y yo nos inventamos Venecia.

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